Infiel por una hipoteca con un tío millonario

Infiel por una hipoteca con un tío millonario

Infiel por una hipoteca con un tío millonario

La subida de las hipotecas había fastidiado bien a Miriam y Luis, quienes acumulaban una importante cuantía sin pagar. Aquello había propiciado muchas discusiones hasta que al final, dejando atrás el orgullo, Miriam planteó una situación.

–¿Y si se lo pido a mi tío Gabriel? –sugirió.

–¿A «Gabriel el Tacaño»? –ironizó su esposo.

–Sí, tiene fama de no soltar un duro, pero tiene mucha pasta. Ya podría haberse jubilado, y ahí sigue trabajando al frente de sus empresas.

–¿Y por qué crees que nos daría el dinero?

–¿Dar? ¡No! Si acaso prestar. ¿Porque soy su sobrina favorita? –dijo sonriente y risueña.

–Lo que quieras, aunque nos dirá que no.

–Bueno, déjame probar a mí. El no ya lo tenemos, y me da igual que me mande a tomar por culo.

* * *

Así, dos semanas después Miriam consiguió quedar con su tío, quien al parecer tenía una agenda muy apretada.

Gabriel le abrió la puerta y la guio hasta la mesa del comedor, donde le ofreció un refrigerio.

–Bueno Miriam, ¿a qué se debe tu visita? No vendrás a pedirme dinero, ¡¿verdad?!

La chica dudó por un segundo y la sonrisa desapareció de sus preciosos labios. Comenzó a contarle el grave problema económico en el que se encontraban y que el banco había amenazado con embargarles.

Una sincera lágrima se derramó por el bello rostro de la chica. Ella se la limpió rápido.

–Tío, no he venido aquí a darte pena. La situación es desesperada, sino no pediría tu ayuda.

–Te entiendo, pero no soy una ONG. Si no podéis pagar ahora al banco, ¿cómo me podréis devolver a mí el dinero?

–Esperemos que con el tiempo vuelvan a bajar las hipotecas y podamos ir ahorrando para devolvértelo.

–¿Lo podéis asegurar? ¿en cuánto tiempo? Tu plan flaquea por todos lados.

–¿¡Y qué podemos hacer!? ¿dónde vamos a ir si nos quitan la casa? –respondió indignada.

–Sarita, Sarita. Esta es la sobrinita que yo recordaba con su carácter luchador. Me gusta. Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. Tendréis que ver cómo encontrar más dinero.

–De verdad, sé que es tu dinero, pero… ¿no nos lo podrías adelantar tú? –insistió.

–No. Es mi dinero como tú has dicho. Cómo si me lo quiero gastar en putas.

–¡Antes de eso, gástatelo en mí! –dijo ella colérica.

Su tío sonreía, pero Miriam no entendía por qué. Pronto se dio cuenta de la relación entre lo que había dicho su tío y su respuesta.

–Yo… –intentó arreglarlo.

–Bueno, eso me parece una medida desesperada y a colación, –continuó cortándola– justo doy una pequeña fiesta con mis amigos mañana. Me vendría bien que me echaran una mano. Y si esa mano fuera de mi agrado, estoy seguro de que podría compensarla quitándote tu deuda.

Lo había dicho todo de forma muy cortés, pero leyendo entre líneas, Miriam entendió que su tío quería que ella pagara con su cuerpo.

Se levantó enfurecida de golpe y se fue.

–¡Piénsatelo! Tienes hasta esta noche para contestarme –oyó que su tío decía justo antes de cerrar la puerta.

* * *

–¡Será cabrón! –exclamó Luis cuando Miriam le contó lo sucedido.

–Sí, aunque por un rato de esfuerzo, nos quitaría el problema de golpe.

–¿De verdad que te lo estás pensando? ¡No lo harás!

–¿Perdona? Yo soy la única dueña de mi cuerpo y haré lo que crea conveniente. No tengo que pedirte permiso.

–Pero…

–A mí tampoco me gusta, pero al menos no es un desconocido.

–¿No era una fiesta? ¿Vas a ser una esclava de tu tío?

–¡No! Me dijo de echarle una mano a él. Voy a contestarle ahora que sí –dijo cogiendo el móvil.

–Yo flipo…

–No te quejes y dame las gracias por este sacrificio.

–¿Si hubiera sido al revés, tú cómo te sentirías?

Miriam se detuvo un segundo de escribir y le miró. Después volvió la vista al móvil y le envió la respuesta a su tío.

–En tiempos desesperados, medidas desesperadas –contestó.

* * *

Miriam salió de casa sin pensar en nada. Luis había quedado con unos amigos, así que no había habido más discusiones.

Le abrió su tío trajeado y sonriente. El ruido de varias conversaciones a la vez le indicó que la fiesta ya había empezado.

–Me alegro que te decidieras. ¿Luis no te ha puesto pegas? ¿o no le has dicho nada?

–Él no tiene nada que decirme. Soy libre de hacer lo que quiera.

–Así me gusta. ¿Estás dispuesta a entregarte a mí hoy? Si es así, te haré hoy mismo la transferencia por lo que debes al banco.

–Sí –dijo apática tras resoplar.

–Muy bien. Ves a la cocina y sirve champán en copas y vuelve luego al comedor.

Ella obedeció.

Quizás solo quería que le hiciera de camarera, pensó. «No, demasiado fácil por la cantidad de dinero que me va a dar», rectificó.

Llenó varias copas con la citada bebida y las colocó en una bandeja. Nunca había trabajado de camarera y tenía miedo de que se le callera todo.

Se encaminó al comedor. Su vestido de verano se movía con cada paso. Se había puesto uno sencillito pero atrevido que remarcaba su delgado cuerpo y finas curvas. Pese a no tener mucho pecho, había resaltado el escote poniéndose un sujetador con «push-up» que los realzaba. Al llegar, pudo ver a cuatro hombres. Reconoció a todos como amigotes o socios de su tío.

Nadie le prestó atención, y siguieron hablando de lo suyo mientras recogían copas de champán o dejaban alguna copa vacía.

–Bien hecho. Ahora prepara y trae algo de picar –le dijo su tío.

Justo cuando se alejaba, sintió cómo éste le palmeaba el trasero. Detuvo sus pasos, pero no dijo nada y finalmente se fue a la cocina. Era el precio que tenía que pagar.

Al regresar, todos estaban sentados charlando en el amplio sofá. Dejó la bandeja a un lado, y fue colocando los platos con aperitivos en la mesita del salón.

– Miriam, qué maleducado soy. Mis amigos me han reprendido por no presentarte. Esta es mi sobrina Miriam. Ellos son Roberto, Ezequiel y Juanma.

Roberto aparentaba diez años menos que su tío. Calvo y panzón, le dedicaba una miraba babosa.

Ezequiel debía de tener más o menos la misma edad de su tío. Una cuidada barba blanca, junto con un corte de pelo moderno, le quitaban años.

Finalmente, Juanma era el más joven de los tres y mejor parecido. Debía de tener más de cuarenta años, aunque se notaba que se cuidaba y debía de ir un poco al gimnasio.

–Bueno sobrinita, tenemos un trato. ¿Por qué no bailas para mí un poco? –dijo poniendo música en el altavoz inteligente de la estancia.

Miriam sonrió y se concentró en su cometido.

Comenzó a contonear su cuerpo despacio, al ritmo de la música. En un momento dado, contoneó su cadera provocando los aplausos de los presentes.

–Joder, qué buena está la sobrinita –escuchó que decía alguien.

La chica se acercó a la parte del «chaise long» donde se sentaba su tío y bailó a escasos centímetros de él.

El hombre le puso, sin dejar de sonreír, las manos en las piernas.

–Sarita, Sarita, desde pequeña sabía que acabarías estando muy buena de mayor.

–Gracias. Tío, no te olvides de nuestro trato.

Gabriel le contestó subiendo sus manos y adentrándolas por dentro de su vestido, hasta ubicarlas sobre sus caderas. Aquello provocó que su tanga, enjaulado en su pequeño y prieto culo, quedara a la vista. Los otros hombres la jalearon y silbaron ante tal visión.

Ella siguió bailando y las manos de su tío se posaron descaradamente sobre sus pequeñas nalgas. Giró sobre sí misma, y comenzó a bailar de espaldas a su familiar apoyando las manos sobre las rodillas de éste. El hombre no pudo sino estrujar aquel precioso trasero entre sus manos.

–Tienes un culito perfecto…

Miriam

se volteó y esta vez puso una mano encima del pecho de Gabriel y le empujó hacia atrás. Él quedó tumbado bocarriba y ella se encaramó encima. Restregó su cadera contra la de su tío sintiendo la erección de esté. El sexagenario se acercó a su cara con la lengua sacada y empezó a batirla como una bandera al viento.

Miriam sabía lo que se esperaba de ella.

Acercó su lengua a la de su tío y la frotó y golpeó contra la suya en un beso por fuera de la boca. Él la cogió de la nuca y le metió la lengua bien profunda de la boca devorándola en un beso interminable. Cuando se apartó, le dijo con voz lo suficientemente alta como para que le escucharan todos:

– Miriam, si estás dispuesta a echar una mano a mis amigos como me la vas a echar a mí, cada uno de ellos te dará la misma cantidad que yo te he prometido.

Ella se detuvo un segundo. Multiplicó, y la cantidad resultante era superior a lo que ella ganaría en un año.

–¿Es verdad? –preguntó en voz alta.

Todos afirmaron uno a uno.

–¿Y bien? –inquirió su tío.

–De perdidos al río. Total, no aguantaréis mucho. Adelante. Pero que conste que aquí mando yo.

Nada más decirlo, su tío volvió a besarla y empezó a sentir otras manos sobre su espalda y hombros.

Sintió más manos sobre su culo y, de repente, alguien le quitó los tirantes del vestido de verano que tenía y se lo bajó, quedándose con el sujetador con «push-up» a la vista.

–Qué tetitas más pequeñas y deliciosas –oyó que alguien decía.

Dos manos dieron textura a aquellas palabras toqueteándole los senos.

Separó su boca de su tío justo para recibir la de su barbudo amigo. En aquella transición pudo ver cómo el calvo y barrigudo llamado Roberto le desabrochaba el sujetador y seguía amasándole sus pequeños pechos.

Juanma, el cuarentón y de mejor aspecto físico se mantenía a unos pasos de distancia. A diferencia del resto, se había desnudado por completo y se masturbaba observando la escena. Miriam se separó de Ezequiel, portador de la barba blanca, y se pasó la lengua por los labios mirando fijamente a Juanma.

El hombre no se acercó, pero sus amigos no perdían el tiempo.

Biel le lamía los pechos, así que Roberto se bajó los pantalones y dejó a la vista su pene erecto. Era pequeño y su amplia barriga no dejaba mucho a la vista. Miriam alargó una mano y rozón con sus labios aquel pepinillo. Su precioso rostro con “cara de niña buena” hacía las delicias del señor. Pronto, se lo metió entero en la boca y lo succionó con mucha saliva a gran velocidad.

–Despacio, despacio preciosa, o me correré ya mismo –dijo el afectado.

–¡Yo también quiero! –avisó Ezequiel mientras se acercaba con el pene al descubierto y los pantalones por los tobillos.

–A ver si me caben estas dos pollas viejas a la vez –dijo Miriam.

Las juntó con una mano y se las metió a la vez en la boca. Las succionó mientras los dos hombres se apoyaban sobre sus respectivos hombros disfrutando de aquella mamada.

–Bueno Sarita, ya es hora de que le eches una mano a tu tío, que fui el primero en todo esto.

Ella sonrió y se arrodilló frente a él. Le bajó los pantalones y los calzoncillos a la vez y comenzó a mamársela. La tenía más grande que sus dos amigos, pero más pequeña que el pollón de Juanma.

Gabriel le masajeaba las tetitas al mismo tiempo.

Una mano le estiró del tanga y terminó quitándoselo, dejándola totalmente desnuda.

Pronto, sintió como un rostro peludo se colaba entre sus nalgas y comenzaba a succionarle el clítoris con maestría.

–Oh sí pequeña, cómemela así…

–¿Y nosotros qué? –dijo Roberto.

–Aquí mando yo –exclamó Miriam –. Colocaros cerca de mí ahora mismo.

Gabriel se levantó y se colocó junto con sus amigos, de pies, muy cerca de su sobrina. Juanma seguía masturbándose en la distancia.

–Juntar las pollas.

Los hombres se miraron entre sí dudando, pero obedecieron, apretándose contra una arrodillada Miriam quien se vio rodeada por los cuerpos de aquellos hombres.

Aquellos pequeños miembros se rozaron entre sí y pugnaron por entrar en la boca de la joven. Ella logró meterse dos a la vez en la boca y fue alternando para tener complacidos a todos.

Miriam apenas tenía espacio para moverse, arrinconada contra el sofá por aquellos hombres.

–A ver, ahora sentaros en el sofá con las piernas hacia arriba.

Ante la perplejidad de los asistentes, les hizo una demostración.

Extrañados, obedecieron.

Miriam agarró el pene erecto de su tío con una mano mientras que hundía la cabeza entre sus nalgas comiéndole el ano. El resto lo entendieron rápidamente y se colocaron en posición.

La chica pasó de Gabriel a Roberto y de éste a Ezequiel.

–Manu, ¿verdad?, ¿No te animas? –preguntó.

–Sí, ya llegará mi momento –contestó sonriente sin dejar de masturbarse ni un segundo.

–Bueno, el primero en follarme será mi tío, que para eso ha organizado todo esto –anunció con tono autoritario.

–Así me gusta, poniendo orden, buena chica. Que se note que compartimos genes. –Don Gabriel se sujetó con dos dedos el pene erecto a la espera de su ansiado momento.

Miriam se tumbó bocarriba en el «chaise long» y esperó con las piernas abiertas a su amante.

Éste no se hizo de rogar.

Aplastó con su cuerpo el de su sobrina al tiempo que le metía la lengua tan profundo como podía dentro de la boca. El pene entró rápidamente y sin problemas en aquella dilatada y lubricada vagina.

–Así tío, fóllame. Soy toda tuya. Seguro que has masturbado antes imaginándote todo esto. ¿A que sí?

–No lo sabes tú bien. Hasta he llegado a contratar los servicios de una profesional y follar viendo fotos tuyas. Qué suerte que tiene el cabrón de Luis, aunque hoy eres nuestra.

El hombre separó su cuerpo y, pronto, sus amigos Ezequiel y Roberto se colocaron a los lados de la chica. Comenzaron a rozar sus penes contra su cara.

–No podéis esperar ni un segundo, ¿verdad? –les preguntó.

–Es imposible resistirse –contestó Roberto haciendo pucheros.

–Acercar esas pollas, que aún tengo hambre –ordenó jadeante al ritmo de las embestidas de su tío.

Las barrigas y cuerpos de los señores le ocultaban la visión. Acercó los dos penes a la boca y los fue succionando alternativamente. En un momento dado, se metió la punta de ambos a la vez en la boca.

–¡Todavía me cabría otra polla en la boca! –dijo con un sonido acuso tras sacarse los miembros de la boca–. Juanma, ¿no te animas?

–Aún no, gracias. Me reservo.

–Como quieras. Venga Roberto, te toca.

A regañadientes, Gabriel se apartó dejando paso a su amigo. Miriam se colocó de lado y su nuevo amante se apresuró a encajar su barriga en el ángulo que conformaban sus piernas. Su pequeño pene entró con facilidad hasta el fondo.

–Voy a tener que tocarme un poco porque casi no siento nada –se burló Miriam al tiempo que se masturbaba el clítoris con una mano.

El aludido, a falta de poder hacer otra cosa, aceleró el ritmo y empujó más fuerte, haciendo el cuerpo de Miriam se moviera con cada embestida.

–Así mucho mejor –vitoreó ella.

Su tío le manoseaba sus pechos mientras que Ezequiel se masturbaba frente a su cara.

–Cuando acabes con Roberto quiero que me cabalgues –pidió Ezequiel.

–Para no hacer nada y que haga yo todo el trabajo, ¿no?

–Pues todo tuyo. Yo si sigo, me voy a correr –cortó Roberto.

Ezequiel se sentó en el Sofá y Miriam, de frente, pasó lentamente una pierna por encima suyo y luego la otra. Hizo varios amagos de sentarse, rozando con su hirviente y húmeda vagina el pene del hombre.

–Esta barba te hace más mayor de lo que eres –le dijo acariciándole la barba blanca.

–A ver si piensas lo mismo ahora.

El hombre inclinó la cadera hacia arriba y le metió el pene de golpe provocando un gemido en la chica.

Con dos sonoros tortazos puso sus manos sobre las nalgas de Miriam. Apretó y, con la fuerza de sus músculos, comenzó a subir y bajar el cuerpo de la chica a una velocidad endiablada.

–Desde… luego… que… las apariencias… engañan –balbuceó ella con la respiración entrecortada por cómo la estaba follando aquel hombre.

Tras unos minutos sin parar, Ezequiel se detuvo.

–¿Ya? Bueno, ahora me toca a mí.

Miriam se inclinó hacia delante y comenzó a contonear la cadera. Sus duros y erguidos pechos rozaban la cara de su amante, quien no paraba de lamerle los pezones. Consciente de ello, apretó sus pequeños pechos contra su cara acelerando el ritmo de cabalgada.

El ritmo de la chica era mucho más veloz que el iniciado por Ezequiel.

–Para, o si sigues así me voy a correr –imploró.

–¿Cómo que «para»? Aquí nadie me da órdenes.

La chica aceleró el ritmo haciendo que el hombre gimiera de forma ahogada.

De repente llegó Gabriel con un extraño objeto en la mano.

– Pero ¡qué coño! –exclamó Miriam levantándose de encima de Ezequiel.

Justo cuando el pene de éste salió del interior de su vagina, entró en una erección de borbotones de semen.

–Ups –dijo Miriam girándose durante un segundo–. Aún estás a tiempo de recuperarte…

–Bueno sobrinita, vamos a pasar al siguiente nivel.

–Eso es… –señaló un extraño arnés negro.

–Un «strapon» –aclaró moviendo el consolador encajado al arnés.

Sin decir nada más, se tumbó bocarriba con las piernas levantadas.

–¿Te ayudo? – la sorprendió Juanma acercándose por primera vez.

–Sí… yo… es la primera vez que hago esto.

–No pasa nada. –La tranquilizó ayudándola a ponerse el arnés– Lubrícaselo y luego dale al cabrón de tu tío lo que se merece.

Miriam se acercó al ano perfectamente depilado de su tío y lo lamió con timidez.

–Venga, no seas mojigata. Cómeme bien el culo o me harás daño.

Suspiró y hundió la cabeza entre las nalgas de su tío. Le llenó el culo de saliva y metió lo que pudo la lengua dentro del ano mientras éste no dejaba de resoplar al tiempo que se masturbaba.

–Ponle bien de esto, y al lío. –Juanma le tendió un bote transparente que debía ser lubricante.

Miriam se echó un buen chorro en la mano y lo expandió primero por el consolador color carne del arnés, y luego por el ano de su tío.

Con una mano le masturbó mientras que con la otra guio aquel pene de goma hasta el ano de su tío. Lo metió despacito mientras Gabriel emitía un sonido desgarrador.

Miriam comenzó un lento movimiento de cadera mientras daba por culo a su tío.

De repente, sintió una meno en el hombro que se deslizó lentamente por su brazo acariciándola.

–Así, fóllale bien –le susurró Juanma al oído.

Había pegado el cuerpo al suyo y podía sentir la excitación de éste a través de las palpitaciones de su erecto y ardiente pene.

«¿Qué tipo de depravaciones le gustan a este tío?», pensó.

Se acordó de Roberto cuando éste se subió al sofá, pene en mano, acercándoselo a la cara.

En un tremendo es fuerzo de coordinación, le hizo una felación a Roberto al tiempo que penetraba analmente a su tío y le masturbaba, y ella misma era perforada por Juanma. Todo se movía con la precisión de un sucio reloj suizo.

–No querrás que te dé yo también un poco por el culito, ¿verdad? –Sugirió Roberto.

–Con esa polla tan pequeña seguro que ni lo noto –respondió Miriam sin detenerse.

–¡Eso quiero verlo! –dijo Gabriel, quien se retiró.

Juanma se tumbó bocarriba ayudando a que Miriam le cabalgara tras deshacerse del arnés. El hombre le manoseó con pasión todo el cuerpo, dejando marcas rojas por la presión en la piel clarita de la chica.

Gabriel hundió su cabeza entre las nalgas de la chica, y no si n dificultad intentó lamerle el ano ante las embestidas de su amigo.

–Cuidado que no se te escape y me des –le increpó.

–Ya te gustaría a ti, viejo pervertido.

–¿Vais a follarme o seguir cuestionando vuestra condición sexual? –les regañó– Venga Roberto, métemela ya por el culo. ¿O lo has hecho ya y no me he dado cuenta?

–Toda tuya –dijo su tío ofreciéndole aquel trasero lubricado. Se apartó no sin darle un pequeño cachete en la nalga.

–A ver si ahora la ves tan pequeña…

Roberto le hizo un gesto a Juanma para que parara y, tras embadurnarse con lubricante el pene, lo guio hasta el trasero de ella.

Miriam emitió un largo gemido cuando sintió aquel pequeño pene entrar completamente dentro de su ano.

Pronto, la maquinaria se puso en movimiento y sus dos amantes se sincronizaron para follarla a la vez por ambos agujeros.

Gabriel se sentó, con las piernas levantadas, frente a ella. La postura era incómoda, pero Miriam se estiró hacia él para poderle mamar el pene. Sin necesidad de que su tío le dijera nada, ella comenzó a acariciarle el culo.

–Vamos tío, córrete así, que ya veo que esto es lo que te gusta.

–¿Quieres me corra en tu boca?

–Sí, dale la lechecita a tu sobrinita…

Aquello fue más de lo que pudo aguantar y, tras gruñir como un oso, eyaculó dentro de la boca de su sobrina. Ella le metía y sacaba un dedo por el culo durante el proceso al tiempo que borbotones de semen caían junto a grandes babas de su boca.

Roberto no aguantó más y se corrió, casi a la vez, en el interior de su culo. La extracción del pene trajo un sonido de succión, y un hilillo blanquecino brotó de su ano.

Liberado de los otros hombres, Juanma la sujetó por la cintura y comenzó un mete-saca a una velocidad demencial. Parecía maquinaria industrial a plena potencia. Las tetitas se movían alocadas mientras la chica gritaba como una loca.

De repente, sintió como un chorro intenso que parecía lava la invadía por dentro. Después vino otro más y un tercero de menor intensidad.

–¡Qué polvazo! Ha merecido la pena. Tenías razón Gabriel. –dijo Juanma intrigando a Miriam por qué les habría contado su tío a sus amigos.

* * *

Agotada, Miriam se fue al baño a asearse mientras sentía como el semen proveniente de sus orificios resbalaba por sus piernas.

Tras ducharse, volvió a ponerse la ropa interior y el vestido de verano. Se miró en el espejo y estaba roja por el esfuerzo que había hecho.

Regresó al salón y la velada continuaba, con aquellos empresarios vestidos, como si no hubiera pasado nada. «¿Me lo habré imaginado todo», pensó.