Seduciendo a una casada insatisfecha

Seduciendo a una casada insatisfecha

Seduciendo a una casada insatisfecha

Sergio es un joven de una altura  superior a los 1.80 metros, cuerpo algo musculoso debido a la práctica de la natación que desde pequeño ha sido una constante, ojos marrones y pelo negro. Pertenece a una familia formada por dos hermanas y  Sergio, como único varón. Sus hermanas son mayores, hallándose todas casadas, siendo Sergio el  benjamín de la familia, con sus recién 20 años cumplidos, lo que justifica en parte que fuera el hijo consentido de sus padres.

Por la época en que ocurrió lo que les voy narrar, Sergio se encontraba estudiando Ingeniería Industrial en la Universidad, aunque todavía vivía en el domicilio de sus padres. Pese a su edad, aún carecía de novia, y solo había tenido unos pequeños encuentros, sin llegar al sexo integral con algunas amigas. Obviamente, ello no significaba que no tuviera sus deseos sexuales como cualquier joven de su edad, pero acostumbraba a satisfacer su necesidades recurriendo a la masturbación, especialmente visualizando páginas de internet.

Vivía en una vivienda adosada en una zona residencial, con un amplio jardín, y donde disponían de una pequeña piscina. Adosada de la casa sus padres, residía un matrimonio, que se había traslado allí hacía unos dos años aproximadamente. El vecino era un señor de unos cincuenta y tantos años de edad, con bigote, algo barrigón, y con la apariencia de un gran ejecutivo de empresa, aunque, la realidad era que no era muy agraciado físicamente. Sergio se había percatado de que ambos eran poco sociables, resultando evidente que mostraban signos de tener ideas muy tradicionales y bastante conservadoras. Hasta la indumentaria que la señora vestía se notaba que era muy recatada.

El joven, era bastante observador, y se había dado cuenta que la vecina, con bastantes años menos que su esposo, pese a esas vestimentas tan conservadoras, en el fondo denotaba que era una mujer bastante bonita, y con un cuerpo más bien delgado, casi un metro setenta, pelo castaño. Especialmente lo que más le atraía al joven de aquella mujer casada, era su perfecto trasero, y sus pronunciados pechos. Estos se deducían firmes y en sintonía con su cuerpo.

El joven acostumbra a toparse en dicha señora en la calle o en la entrada de sus respectivas vivienda, observando que era muy parca en palabras, viendo como le miraba con una cierta prepotencia, por encima del hombro. Pese a todo, Sergio no le había mostrado mayor interés, salvo el hecho de ser vecinos que residían casa con casa, y a los que por educación les debía el saludo.

En su casa, solía estudiar en una habitación ubicada en el ático de la casa, y donde prácticamente podía estar solo y sin que nadie le molestara. La habitación contaba con una amplia cristalera que tenía vistas directas hacia la casa del matrimonio vecino. Ambas viviendas eran algo similares en cuanto a su construcción, por lo que desde el ático de la otra vivienda podía verificarse claramente lo que hacía el vecino o a viceversa. La habitación del joven disponía de una cortina que, normalmente dejaba abierta para que entrara la luz del día. Desde dicha habitación se podía visualizar lo que hacían los vecinos cuando aquellos accedían al ático.

Estando, así las cosas, una tarde cuando Sergio se encontraba en el ático, estudiando como acostumbrada hacerlo casi siempre, le surgieron ganas de masturbarse, por lo que, ni corto ni perezoso, decidió visualizar unas páginas porno en el ordenador. Previamente cerró la puerta de acceso al ático, se bajó los pantalones y extrayendo su pene lo tomó en sus manos, al tiempo que comenzó a menearse con el fin de masturbarse y terminar eyaculando. La madre naturaleza había sido bastante generosa con el muchacho, quien le había dotado de unos “atributos masculinos bastante proporcionados, con un pene bastante más largo que la media, y sobre todo, de un grosor considerable”. A ese instrumento viril le acompañaban unos testículos acordes  y proporcionados al mismo.

Esa tarde, el joven no había tenido la precaución de cerrar la cortina de la cristalera, como en anteriores ocasiones había realizado, ya que había comprobado que rara vez los vecinos subían al ático de su vivienda. Mientras llevaba a cabo su placentera masturbación, se percató de que “alguien le miraba desde el ático vecino”. Al principio, el joven se quedó cortado al sentirse observado. Sin embargo, pronto se recuperó, y consciente de que estaba dentro de su casa, intento olvidarse, haciéndose un poco el loco, y continuó con sus masturbación. Obviamente, intentó prestar atención de forma disimulada hacia el ático vecino, comprobando que se trataba de la vecina. Aquella, estaba con la mirada fija en el mismo, comprendiendo al instante que aquella mujer disponía de una completa visión de lo que estaba realizando. Pese a que esto lo puso algo nervioso, en el fondo se dio cuenta, que, al sentirse contemplado, aumento su morbo, y su excitación.

Ante ello, lejos de detener su masturbación comenzó a meneársela con mayor energía, moviéndose de tal forma que aquella mujer pudiera tener una visión más nítida de lo que estaba haciendo, tratando de exhibir hasta de sus atributos masculinos. El morbo, le llevó a alcanzar el clímax, observando como comenzó a soltar potentes chorros de semen  que salieron disparados y que pringaron parte del ordenador y hasta los apuntes que tenía delante. Fue una corrida de antología. Al acabar, el joven morbosamente dirigió su mirada hacia el ático vecino, y se dio cuenta de que la vecina, lo había contemplado todo.

Sergio era una persona con bastante orgullo, por lo que, sin apenas inmutarse, le mantuvo la mirada a la mujer, al tiempo que se sacaba un pañuelo de tirar, para proceder a retirar los restos de semen que aún fluían de su pene. Luego, aún  con la visión de la vecina, terminó por subirse los pantalones.

Al mirar hacia la vivienda de los vecinos, se percató claramente de la cara de circunstancias de la señora, que evidentemente estaba anonadada ante la escena que había vivido. Al joven le quedó constancia, de que la mujer estaba sorprendida de lo que había visto. Y, no era para menos.

La vecina, era una señora conservadora, que no estaba acostumbrada aquel tipo de escenas. Es más, ni siquiera había visualizado una página porno en su vida, por lo que se encontraba sumamente escandalizada con lo que acababa de ver. Los colores fluyeron por todo el rostro de la mujer, y hasta pensó en gritarle al hijo del vecino, o hablar con sus padres. Pero tampoco quería un escándalo. No obstante, antes de retirarse lanzó una mirada totalmente sancionadora hacia el joven, al tiempo que cerró la cortina de la cristalera de su ático, mostrando su enfado. Daniela, que así se llamaba la vecina, estuvo tentada de acudir a la casa de los vecinos y exponer la situación a sus padres, pero, sin embargo, tras meditarlo, decidió no hacerlo, ni tampoco contárselo a su esposo.

Al día siguiente, Sergio se encontró en la calle con la vecina, quedándose algo nervioso y sin saber cómo reaccionar, especialmente al contemplar la mirada aterradora que le dirigió aquella, que ni tan siquiera contesto a su saludo. ¡El joven se dio cuenta del enorme enfado de la mujer!

Pasaron los días, y el joven comenzó a constatar que la vecina comenzó a acudir con mayor frecuencia al ático. Tanto, que no dejó pasar ningún día de la semana sin subir a dicha habitación, coincidiendo, además, con el momento en que Sergio se encontraba estudiando en el ático de su casa. Mayor sorpresa le causó al joven, al constatar como a partir de esa fecha, la mujer también decidió abrir todas las tardes la cortina de la cristalera de su ático, mientras disimulaba, estar limpiando la habitación. Esa acción dejó intrigado al joven.

Daniela, pese a su talante de mujer casada, casta y conservadora, notaba que una atracción superior a sus fuerzas la llevaba a acudir al ático, ante la posibilidad de volver a contemplar al joven vecino pajeandome. Pese a que su conciencia, su religión, y su carácter sumamente conservador le animaban a no hacerlo, no pudo abstenerse. Ella conocía perfectamente el momento en que el vecino acudía a estudiar a la parte alta. Pese a que el joven  había evitado pajearse ante su presencia, quizás por decoro o por miedo a que ella se chivara a su familia, no lo había hecho en esos días. Pero, lo cierto es que en el fondo añoraba volver a contemplarlo.

A los pocos días, su constancia tuvo sus frutos. Así el primer día de la siguiente semana, observó como el joven, una vez en el ático, y coincidiendo con la llegada de ella la habitación superior, procedió a bajarse los pantalones, para luego comenzar a pajearse ante la mirada de aquella mujer. Daniela, pese a todo, no pudo evadir mantener su mirada fija en el joven, contemplando íntegramente la acción del mismo, cada movimiento con su mano sobre el pene, hasta que terminó lanzado su semen. Desde donde se hallaba, había divisado con cierta claridad las dimensiones del pene de aquel joven, y se encontraba confusa y anonadada ante la enormidad del mismo. ¡No pensaba que pudieran existir penes semejantes! Por comparación con la de su esposo dedujo que la de su cónyuge era exigua, y no se parecía en nada a la de aquel joven. No obstante, quiso mostrarse como contrariada, por lo que terminó cerrando las cortinas del ático con cierta rabia. Ya en la planta baja, rápidamente tuvo que acudir el baño, percatándose como se había mojado sus bragas, algo que nunca le había ocurrido.

Días después de ese suceso, Sergio de hallaba en el jardín de su casa, casi al final del mismo, mientras daba un paseo visualizando unos apuntes. Desde allí podía divisar el jardín de la casa del vecino, ya que  los setos delimitadores, apenas alcanzan un metro de altura. Sus padres en ese momento habían salido y él se hallaba solo en la casa. Pronto se sorprendió al contemplar cómo se le acercó la vecina hasta donde se encontraba, llegando justo al límite entre ambos jardines, y al tiempo que escuchó:

-¿Oye chico?, ¿no tienes otro lugar para masturbarte, que hacerlo desde el ático de tu casa? ¿Es que no tienes otro lugar más reservado? ¿Acaso te crees que vives solo en la urbanización?

-buenas tardes, señora. En primer lugar, si me ha visto, ha verificado que estaba dentro de mi casa, y, por lo tanto, me ampara la intimidad de mi vivienda. Ni corto ni perezoso, algo enojado añadió: ¡Señora, con todos los respetos, ¿Si no quería ver, podía haber cerrado la cortina de su ático! ¿No me diga que se escandalizó por ver a un joven masturbarse?

Daniela se encolerizó viendo como fluía el riego sanguíneo por todo su rostro, contestándole airada aquel joven tan insolente: -¿tú que te has creído que soy, chaval?. ¡Acaso crees que soy una cualquiera! Soy una mujer muy decente para que estés haciendo esas guarrerías a mi vista. Además, ¿Seguro que tus padres no conocen esa faceta tuya? Los engañas diciendo que estas estudiando y “lo que estás haciendo son guarrerías”.

El joven que tampoco estaba dispuesto a soportar aquella reprimenda, le contesta: Señora. Mis estudios son cosa mía. Y, lo que haga dentro de mi casa, también. Si no quiere verme, para otra vez “procure cerrar la cortina”.

Daniela se increpó aún más, y totalmente encolerizada, aflorando su carácter sumamente conservador, a quien no le gustaba que la contrariaran, le contesto: pues, ¡te vengo advertir! La próxima vez que te vea haciendo otra guarrería, ¡Me obligaras a comentárselo a tus padres! ¡quedas advertido!

-Señora.  ¿Vd., de que va?  Le contesto el joven bastante enfadado. Luego la miró de arriba abajo, y le dijo algo que no esperaba decir, pero que le salió del alma: ¡Seguro que es una estreñida de esas, a la que su marido apenas le echa un polvo!

Sin dar crédito a lo que escuchaba Daniela, enfureció, contestándole de forma airada: queee… “¿pero ¿qué estás diciendo chaval?”. ¡Qué forma es esa de hablar a una señora decente! ¡sinvergüenza! ¡más que sinvergüenza!

El joven la mira de nuevo y le responde: -decente y todo, “pero ¡seguro que está mal follada””. ¡¡Seguro que marido no la atiende como es debido! ¡¡Se ve a la vista que Vd. está necesitada de una buena polla!!.- El joven se dio cuenta al momento, que se había propasado, y que estaba saliéndose del tiesto. Era consciente de que esas palabras le podían contar caro. Pero, aquella señora le estaba sacando de sus casillas.

Daniela, saltó como un tigre endemoniado, acercándose más al seto delimitador de las propiedades, y amenazando con sus manos al joven: -¡cómo te atreves mentecato!. ¿Habrase visto?¡esto no va a quedar así! ¡Me estas insultando, y eso no te lo consiento! Le dijo encolerizada. Cuando vengan tus padres voy a hablar muy seriamente con ellos. ¡Gamberro, más que gamberro!

Sergio se dio cuenta que se había metido en un berenjenal, y que cuando llegaran sus padres se iba a llevar una buena reprimenda. No obstante, conociendo que lo iban a reprender de todas maneras, decidió no retenerse, contestando: -Me da lo mismo. De todas formas, ¿sé con seguridad que no lo hará? ¿Me gustaría ver cómo va a justificar que subiera al ático en varias ocasiones, solo con la intención de verme? ¿Sabe que en el fondo le excita verme como me masturbo?… ¿acaso va a negarlo?

-¿que… ¿Qué yo me excito?…. Mira nene…anda……¡¡.sal de mi vista.!!. le contesto Daniela, enfadada, decidiendo dar por terminada aquella conversación, marchando hacia el interior de su casa.

La mujer, una vez dentro de su casa se notó que estaba encolerizada. ¡Habrase visto semejante mentecato! “decirme, que estoy mal follada”. Estuvo esperando a que vinieran los padres del joven para contarles todo lo ocurrido. No quería decírselo a su marido, ya que sabía cómo se pondría y podía ocurrir algo más grave. Pero, a medida que fueron pasando las horas, desistió de hacerlo.

Pasaron los días, y Sergio constató que aquella señora, no había llegado hablar con sus padres, ni tampoco con su marido. Pero su sorpresa aumento, cuando a los cinco días, en plena mañana, mientras se hallaba solo en su casa, se sorprendió al contemplar como al  abrir las cortinas del ático para ponerse a estudiar, observa que la señora había subido al ático, y estaba limpiando los cristales de aquella habitación. Era algo que no esperaba después de lo ocurrido en el jardín. Eso excitó tremendamente al joven, tomando aquello como reto de la mujer. Constató como la mujer se percató de su presencia en el ático.

Tremendamente excitado, decidió jugársela, y ante su atenta mirada de la vecina, se bajó los pantalones, extrayendo su pene con una buena erección, y sin cortarse un pelo, comenzó a pajearse. La mujer no se perdió detalle de los masajes que propinó a su larga vara, y de la copiosa corrida del muchacho. Todo ello acabó, con un gesto de amenaza de la vecina con la mano, mientras cerraba las cortinas.

Esa misma tarde, media hora después, el joven de atrevió a bajar al final del jardín, contemplando como pocos minutos después hacia su aparición la vecina: -No has escarmentado ¿verdad? ¿Tú que te has creído? ¿voy a tener que hablar con mi marido, y ya verás…?

-¡Señora, déjese monsergas!. ¡¡Vd. lo que está necesitada es que le eche un buen polvo!  Le respondió ante la cara de sorpresa de la mujer. ¿Ha visto la tranca que tengo? ¿Seguro que la de su marido no le llega a la mitad de la mía? Al tiempo que se tocaba sus genitales ante ella.

Daniel volvió a sublevarse. Jamás nadie la había hablado de esa manera. Aunque en el fondo, aquella forma de hablar del joven la excitaba. Pero no quería tampoco dar su brazo a torcer, por lo que le contesto-¡sinvergüenza, más que sinvergüenza!.

-lo que Vd. diga. Pero en el fondo ¡¡sabe que está deseando que me la folle!

-queee…  volvió a exclamar aterrorizada ante la palabras soeces del jovenzuelo. ¿tú te has creído que soy una cualquiera? Soy muy decente, chaval.

-venga señora. ¿Estoy seguro de que le apetece ver mi polla en vivo, ahora mismo? ¿Desde su ático seguro que no la ha podido ver bien?.

-queee… ¿estas chiflado?

Sergio se notaba sumamente excitado, y consciente de que no había nadie en su casa, y que tampoco podía ser visto desde las casas vecinas, ante la perplejidad de la mujer, se bajó el cierre del pantalón, y extrajo su pene, que ya blandía una buena erección, mostrándoselo descaradamente a la mujer.

-¿pero qué haces?. Oh oooo  ¿Estás loco?….sinvergüenza…¡oh tapate eso…!

Daniela, pese a no dar crédito al atrevimiento del joven, se quedó sorprendida al contemplar extasiada, las dimensiones del vástago del muchacho. Tal es así que no pudo retirar su mirada del falo que le mostraba el joven vecino.

Sergio viendo la cara de sorpresa de la vecina, se animó más, y añadió: -¿verdad señora, que su esposo no la tiene como ésta?. ¡Hágase una idea de cómo disfrutará cuando le meta esta polla en el coño! ¿Seguro que ahora mismo tiene las bragas mojadas?

-¿pero qué dices?…. no daba crédito a la temeridad del joven. og dios mío…guárdate eso ….joder…¡claro que no estoy mojada! ¿Cómo se te ocurre…?. Sin embargo, no podía apartar la vista del instrumento del joven. Estaba observando que era muy superior a la de su esposo, y, además, mucho más gruesa. Las grandes venas bordeando el mismo, le concedían una impresión mucho mayor. Notaba que su braga se estaba mojando con el fluir de sus jugos vaginales, mientras observaba el cipote del joven. La verga del chaval se había puesto como un misil, y el joven continuaba con ella fuera de su pantalón, mostrándosela de forma descarada, allí: a plena luz del día, en el jardín de la casa.

Excitación que se vio incrementada al escuchar decir la joven: ¿ha visto las venas que tiene? ¿Seguro que tiene ganas de cogerla en su mano? ¡Vamos, señora no se retenga! ande, ¡tómela en su mano!… le dijo el joven haciendo gestos de acercarse, mostrandole su pene sobre el seto.

¡Quee… o Dios mío…! ¿estás loco? le contesto la señora, nerviosa, sin saber que hacer, decidiendo a salir corriendo hacia el interior de su casa.

Daniela, durante los día siguientes se mostró bastante excitada. Su marido era un hombre bastante pasivo en lo del sexo. No solo lo hacía al modo tradicional, metiéndose entre sus piernas, penetrándola, para luego correrse casi al instante, quedando la mayoría de las veces insatisfecha. Sino que, para colmo esto ocurría muy escasamente. Había comprobado que después de haber visto al joven pajearse, su excitación sexual había aumentado considerablemente. Notaba que tras contemplar el hermoso ejemplar que el muchacho marcaba en su entrepierna, su excitación se incrementaba. Por otro lado, la forma de hablar agresiva, grosera y hostil del joven, la seducía. En varios momentos llegó a soñar con que era penetrada por el joven de forma violenta, para terminar por correrse, siendo la primera vez en su vida que tenía un orgasmo de aquella forma.

La excitación de Daniela fue tal que, pese a todo, volvió a subir al ático en más de una ocasión, para contemplar extasiada como el joven se volvía pajear, sin importarle que ella lo estuviera observando. Se había convertido en una rutina, y ella en una curiosa voyeur, hasta el punto de que ceso de recriminar el comportamiento del joven.

Unos días más tarde, cuando Sergio se acercaba a una parada de autobús para tomar el camino de vuelta a su casa, divisó a la vecina esperando en la parada. El autobús llegó  completamente lleno, constatando que, pese a ello, la mujer logró acceder al mismo. Ello animó al joven a acelerar el paso y mediante apretujones, logró tomar igualmente el mismo autobús. Lo más alucinante ocurrió, al constatar que se quedó situado, justo detrás de la vecina. Percibió la sorpresa y estremecimiento de la mujer al contemplar quien tenía detrás de ella, en aquel autobús tan repleto.

El muchacho estaba tan cerca la mujer, que Daniela podía sentir su aliento en el cuello. El nerviosismo de ésta aumentó al comprobar como con los movimientos del autobús, y empuje de los pasajeros, el cuerpo del joven quedó literalmente pegado al suyo. Percibió más claramente la respiración y agitación del joven. Su nerviosismo se incrementó al sentir como se endurecía el pene del joven, que puyaba directo contra su trasero. Era evidente que el joven se encontraba excitado y con una buena erección, ya que lo percibía claramente, dado que el bulto del pantalón, que prácticamente se metía entre sus nalgas. Miró hacia atrás, y echo una mirada de reproche al joven.

Sin embargo, éste, lejos de amilanarse, aprovechó un giro del autobús, para simulando caerse, alargó sus manos agarrándose del cuerpo de la mujer, colocando sus manos muy cerca de los pechos de la señora. Tras un frenazo del autobús, Sergio terminó por colocar una mano en el trasero de la vecina, sin pensarlo mucho. Se percató de que la vecina apenas reaccionó ante la impresión. Ella era toda una señora casada, respetable, que ahora se encontraba acosada por aquel mozalbete. Esta nerviosa porque no sabía si el resto de los pasajeros se estaban dando cuenta de lo que ocurría. Un nuevo movimiento de frenada del autobús, y percibió claramente la empalmadura y firmeza del pene del joven, que se metía más entre sus nalgas.

Sergio era consciente de que estaba jugando con fuego, y que posiblemente la señora reaccionaría y se armaría la de dios en pleno bus. Antes de que aquella hiciera algo en tal sentido, le susurró al oído: -Tranquilícese. ¿No creo que desee un escándalo?

La mujer, giró su cabeza, sumamente nerviosa, con los pelos a flor de piel, respondiendo muy débilmente al chaval: -estás loco… ¡Suéltame de una vez…!…

Pero no contaba el tesón del joven vecino. Lejos de hacerle caso, este apretó con fuerza su mano sobre la nalga de la mujer, casi atrapando toda la nalga con su larga mano, en un intento de demostrarle a la mujer quien mandaba. El temor se apoderó de la mujer, y no tuvo el valor de replicar, dejándose hacer, mientras el joven le manoseaba abiertamente la nalga con toda la palma de la mano.

Al ver que el autobús se detenía en una parada, pese a no ser la suya, decidió apearse. El joven completamente obcecado por aquella mujer hizo lo mismo.

Una vez solos, ya en la calle, aquella le reprocha: – ¿estás loco? ¿Qué pretendes? ¿Como se te ocurre hacerme eso en público?

-Señora, ¿sabe lo que quiero? – le contestó el joven con cara de autentico semental salido, y autoritario.

La mujer se dio cuenta al momento de lo que pretendía el muchacho. ¡No se lo podía creer!. El joven la estaba coaccionado a tener sexo con él. Nerviosa, y casi sin poder mantenerse de pie ante aquella proposición, se atrevió a contestarle: ¿No te das cuenta de que soy una mujer casada, y que tu … eres aún un chaval?

Casi le da algo cuando escuchar al muchacho: -¡¡Sabe que no voy a desistir hasta que me la folle!! ¡Se lo juro que lo voy a conseguir!

Jamás, Daniela se había enfrentado a una situación semejante. No solo, nunca había sido infiel a su esposo, sino que le parecía inaudito, que, además, fuera un jovenzuelo la que intentaba seducirla para hacerle el amor. Sentimientos encontrados se cruzaron en su mente. De un lado se encontraba asustada, pero, por otro lado, curiosamente, aquella situación le producía una morbosidad tremenda. ¡No era normal que un joven con una diferencia de edad tal notable, la deseara! En el fondo eso la congratulaba.

La mujer se puso a caminar, en un intento de separarse el muchacho, pero éste la siguió. Mientras caminaban, el joven seguía insistiendo. Al llegar cerca de una esquina, la cual se hallaba algo solitaria, la mujer  divisó un banco, y ante su nerviosismo que la hacía tambalear, decidió sentarse. El joven hace lo mismo, y se coloca a su lado. Daniela le mira a la cara, y me dice: – pero… ¿sabes lo que estás haciendo? ¡Joder nene, nunca había visto un muchacho tan decidido! Pero coño…¿es que no te das cuenta que puedo ser tu madre?””. Se detiene, toma resuello y continua-además, ¡Yo nunca le he sido infiel a mi marido!

El joven la mira, con cara de autentico salido, demostrándole que estaba dispuesto a todo, y le contesta: -¡sabe que no voy a ceder hasta conseguirlo!. ¡Me gusta un montón! Y tengo ganas ahora mismo de “bajarle las bragas, comerle ese coñito y luego clavarla con mi pistón, para terminar por llenarla con mi leche”.

Aquella forma de hablar del muchacho, tan decidido, tan grosero, más excitaba a la mujer. Notó que su braga estaba empapada. Casi alocada, sin saber cómo actuar le responde: -Oh nene, por favor no me digas esas cosas. ¡Sabes que no podemos!  Al tiempo que miraba para todos los lados por si alguien los estaba escuchando.

-¡Será mía aunque tenga que ir a la cárcel!. ¡Le juro que tarde o temprano, será mía!

Daniela, se maravilló de la decisión de aquel joven. La tenía completamente excitada, y  en cierto modo ansiaba entregarse el joven. En esos momento, estaba como iba. Su coño encharcado y deseando tener la hermosa polla del joven. ¡estaba loca!

-joder. Ya veo que eres capaz de hacerlo. ¡Estás loco! pero…¿sabes que no puedo acceder?.

Sergio le mira a la cara y le contesta: – ¡júreme que no me desea!

-quee.. ¿pero… que dices? ”claro que no te deseo”.

-es una mentirosa. Sé que ahora mismo “tiene las bragas mojadas, solo de pensarlo.

El joven era consciente de la excitación que sus palabras estaban ocasionando en la mujer. Su vecina era una mujer casada, recatada y conservadora, pero en aquellos momentos, la notaba acalorada, excitada. Percibía que la mujer comenzaba a dudar.

Daniela, era verdad que estaba sumamente excitada con las palabras y actitud del joven vecino. Sin poder contenerse más, le mira a la cara, y hasta termina por sonreírse ante el tesón del joven, diciéndole: -¡eres incansable ¡¿verdad?. ¿no te das por vencido?

-¿me va a decir que no las tiene mojadas?. “Seguro que está a punto de correrse en ellas”. ¡¡Si es que …no se ha corrido ya!!.

Eso termino por encelar a la mujer. No podía más. Sin saber porque, se incorporó, observó unos matorrales detrás del banco, fue tras los mismos, para luego aparecer trayendo en las manos una prenda. Con tremenda morbosidad se las acerca al joven y le dice: – ¡toma cabron! Ya que estas tan salido, al menos “podrás correrte en mis bragas”.

El joven sorprendido, accede y tomar las bragas de la mujer en la mano, mientras ella termina por marcharse. Entonces, viendo que aquella aún le observaba, se llevó las bragas a sus fosas nasales aspirando el olor de la prenda. Al instante detectó el intenso olor y humedad de las mismas. “El olor a coño de hembra en celo era tremendo”.  Se dio cuenta que aquella hembra estaba totalmente excitada, e incluso verificó que la prenda tenía una mancha en la zona donde antes cubría su vagina. Estaba claro que aquella hembra se había corrido con sus palabras soeces.

Esa misma tarde, el joven accedió al ático y tras dejar la ventana abierta, esperó a que ella subiera. No sabía si lo iba hacer, pero como esperaba, aquella hembra estaba muy salida. Al momento apareció, y tras bajarse sus pantalones, comenzó a pajearse, procurando que la mujer pudiera contemplar su buen aparato, para terminar, corriéndose en las bragas que le había dejado. Luego se la mostró, y ella, agitada cerró las cortinas.

Sergio había localizado donde la mujer solía acceder a tomar el autobús en el centro de la ciudad, por lo que al día siguiente la volvió a localizar, y  decidió acercarse a la misma. Aquella al verlo llegar, le dijo algo nerviosa: – ¿pero ¿qué haces aquí?

Había varias personas esperando a tomar el autobús, por lo que, de forma disimulada, se dirige a la mujer y le entrega en las manos sus bragas manchadas con su corrida. Daniela se quedó sin poder reaccionar. Excitada y temerosa de que alguien se hubiera percatado. Al ver como la miraban algunas personas, la hizo girarse hacia donde estaba el joven diciéndole: – Sergio, gracias… ¿se me había olvidado?

Y entonces, viendo que se encontraba muy nerviosa, y no sabía cómo reaccionar, el joven le dijo: Daniela- ya que sabía que se llamaba así- la invito a un café. ¿Tiene tiempo?

La mujer se quedó sin saber que hacer. Miró hacia los pasajeros que esperaba el autobús, y decidió aceptar la propuesta del joven: -vale.

Se dirigieron a una cafetería dentro de un centro comercial, donde había muy poca gente, y tras pedir un café, ella le dijo: – Sergio, eres un joven muy temerario. ¿Cómo se te ocurre devolverme mis bragas ante tanta gente? No piensas. ¡Estas chalado!

-¿Sabe que estoy loco por hacerla mía!.  Le respondió sin más.

-¡joder chico que directo eres!. ¿Es que no vas a parar? ¿No te bastó con mis bragas? ¿Qué más quieres? Terminó la mujer por contestarle, pese a saber qué es lo que realmente quería el joven.

-¿quiero saborear su coño?. ¿Seguro que su marido nunca se ha comido el coño? ¿Me equivoco? Se limitó a contestarle el joven, conociendo que esa forma de hablar encelaba a la mujer casada.

-¿pero, qué cosas dices?. Sergio percibió que había acertado de lleno. Ese comentario la excitó y la dejó indecisa. Era obvio, que le gustaba que le hablaran de aquella forma. Por ello decidió poner en práctica esa táctica y continuar hostigando a la vecina.

-¡voy hacer que se corra en mi boca! ¿sabe? le voy a dar tal comida de coño que se correrá sola. Le volvió a decer.

-Oh por favor muchacho. No sigas diciéndome esas cosas…Compórtate… por favor.

-y luego…se detuvo al ver que llegaba la sirvienta con el café. Pero, al retirarse, continuó: – luego.. ¡le voy a clavar mis veintidós centímetros de polla en el coño!

Daniela casi se la vuelca la taza de café, derramando un poco sobre la mesa. Le mira a la cara, acalorada, agitada. Demostrando al joven que aquella mujer estaba deseosa. Mirándolo fijamente le contesta: ¡no me vas a clavar nada! ¿tampoco creo que te mida veintidós centímetros?

¡Ni uno más ni uno menos! Y “sabe que no miento”. Va a ver la gloria cuando la sienta entrar dentro de su conejito.

La mujer se revolvió en la silla, exclamando: -joder chico. ¡Me sacas de quicio! Oh joder… Tengo que ir al baño.

Era un centro comercial, por lo que había que salir de la cafetería, y el joven al ver que Daniela se levantó y marcho hacia la zona de servicios, pagó rápidamente a la camarera y fue tras la misma. Notaba el paso nervioso de la mujer. Antes de llegar, al ver que iba con ella, le preguntó con agitación: – pero ¿qué haces? ¿No pretenderás entrar conmigo al baño?

Antes de que el joven le contestara, constataron que había una fuerte cola. En ese momento, el joven le dice: – venga conozco otros servicios, que están en la trasera y casi siempre están desocupados.

La mujer, indecisa, como una autómata, opto por seguir al joven sin decir nada. Percibía que algo iba a ocurrir, pero pese a todo continuó. Pronto llegaron a unos servicios bastante alejados del bullicio de la gente, comprobando que no había nadie. El joven le dijo: – estos servicios poca gente los conoce. ¿Como puede observar nadie los visita?

La mujer le mira, e inocentemente le pregunta. ¿Dónde me has traído?

-ahora vera. Y, tras pasar un  pasillo, se encontraron de lleno con unos servicios. Ella decidida entró al de mujeres. El joven, miró para todos lados, y al ver que no había moros en la costa, decidió entrar tras ella, introduciéndose en el propio baño de mujeres. La mujer al verlo entrar se quedó asustada, y le dijo, en voz baja: – que haces, ¡¡esto es solo para mujeres!

-aquí no hay nadie. Ni creo que tampoco venga nadie.

Ante las dudas de la mujer, abrió el baño destinado a minusválidos, que era el mayor, y tras entrar, tomo la mano de la mujer y la obligó a entrar dentro. Luego cerró el pasador de la puerta. La mujer nerviosa le pregunto: – ¿qué pretendes? Estás loco. Debes salir fuera.

-¿No quería orinar?. ¡a que espera! – Le dije retadoramente el joven.

Ya.. pero ¿No pretenderás que lo haga delante de ti?

El joven no le respondió, sino que quedó esperando que ella tomara el primer paso. La mujer se encontraba nerviosa, agitada. Estaba en un baño público, con el hijo de sus vecinos dentro. Pese a su reticencia a orinar ante el joven, en el fondo era obvio que eso la excitaba, y le gustaba esa morbosidad. Pensó, ¿Por qué no voy hacerlo? Le voy a demostrar a este chaval lo que es una mujer.

Sergio se quedó sorprendido al comprobar como la vecina, tras mira fijamente a la cara, se subió un poco el vestido largo que llevaba, dejando a la vista unas medias y una bragas blancas. Luego, tirar de los laterales de la braga, y proceder a bajarse hasta las mismas rodillas. El joven contemplaba excitado, observando los vellos de la entrepierna de la mujer, bastante negros, y vislumbrando parte de los labios vaginales. Al instante la mujer se sentó en el inodoro y comenzó a orinar. Pese a que inicialmente cerró sus piernas para que el joven no pudiera contemplar su vagina, tras acabar, se abrió de piernas, mientras tomaba un papel higiénico, dejando a la vista del joven su hermosa  pelambrera, la cual procedió a limpiarse.

Luego, mirándolo morbosamente, hizo intento de levantarse para subirse las bragas. Pero el joven no estaba dispuesto a desperdiciar aquella ocasión. Así que, antes de que se incorporara, se acercó a la mujer, bajó la bajó la tapa del inodoro, e hizo  que aquella se sentara sobre la tapa, sin bragas.

Daniela le miró sorprendida, viendo cómo su joven vecino, se arrodilla ante ella, termina de bajarle  las bragas hasta sus pies y. – pero ¿qué haces?… ooo estás loco…detenteee

El joven sin contestarle logró retirarle los zapatos y terminar por sacarle las medias y las bragas. Ahora tenía a su vecina desnuda y abierta de piernas de medio abajo.

Insistió y la forzó abrir un poco las piernas, mientras dirigió su mirada a la entrepierna de la mujer. ¡Estaba viendo el coño de aquella mujer casada, y vecina del mismo! Las blancas piernas de la misma, sin una pizca de venas, contrastaba con el intenso vello que poblaba el monte de venus, y los alrededores de su vagina. Era evidente que la mujer no se cuidaba mucho esa parte, pero al joven, le pareció muy seductor contemplar aquellos grandes labios vaginales abiertos, en medio de aquella pelambrera. Al hacerla abrir un poco más, detectó que sus labios estaban bien lubricados. Se acercó y aspiró el olor intenso que desprendía aquel coño. Miró hacia donde había dejado las bragas de la vecina y comprobó que ésta poseía una gran mancha, exclamando:

-vaya señora. ¡Esta tan caliente que ha mojado las bragas!…ufff . ¡Veo que ese coño, está deseoso de una buena polla!

-Eres un cabronazo…. ¡No me he corrido! ¿eres un embustero? Le contesto aquella, por llevarle un poco la contraria al joven, aunque no por ello excitada y esperando ver cual era el siguiente paso del joven.

Este, en lugar de contestarle, procedió abrir los muslos de la mujer, ejerciendo un poco de presión, logrando que cediera, quedando abritas casi completamente, dejando expuesta toda la vagina ante su vista. El joven quedó alucinado. Tenía ante sus ojos, por vez primera vez, la suculenta vagina de su vecina casada, con unos labios brillantes por la excitación, y rodeados de una buena mata de vello. Era obvio que no se depilaba mucho. Pero, sin embargo, aquella escena era bastante seductora para el mismo.

-oh ¡no me mires ahí!… oooo- exclamo ella, intentando cerrar las piernas, aunque sin mucha convicción.

El joven lejos de contestarle adelantó su cabeza metiéndose entre los muslos de la mujer. Una vez allí comenzó a lamer los mismos, con parsimonia, poco a poco, para luego irse acercando poco a poco, hasta alcanzar el intenso vello que rodeaba la vagina.

Daniela se agitaba al ver como la boca del joven se iba acercando a su coño. Estaba alucinada, observando como aquel joven, que podía ser su hijo, estaba arrodillado entre sus piernas, y le comenzaba a lamer sus muslos. Intensos calambrazos recorrían cada poro de su cuerpo. Sabía que pronto alcanzaría su vagina. Aquello era algo que siempre había imaginado en sueños, pero que su esposo jamás lo había intentado, y le constaba, que nunca lo intentaría. A medida que el joven se iba acercando más, su agitación se hacía más aguda y evidente. Por primera vez se enfrentaba a una situación sumamente morbosa, infiel, pero ansiosa, y deseaba que ocurriera.

Cuando la lengua del joven alcanzó los labios de su coño, la mujer intento cerrar las piernas, quedando atrapada la cabeza del mismo entre ellas. Ante la presión del joven, se vio obligada abrirlas nuevamente, momento que aprovechó el chico para acercar su lengua a los labios carnosos, levantando los suspiros de la mujer. La lengua varonil lamía sin cesar, de arriba abajo, y de abajo arriba, en forma de auténtica brocha, barriendo aquella hermosa raja. Fue más insistente, hasta terminar alcanzando al centro de la vagina, ocasionando los alaridos de placer de la mujer:.- ohhhh que ooooooo para para… oooooo que me haces ooooo

El joven, estaba impuesto en la tarea, y continuó la comida de coño como si fuera un experto, pese a ser la primera vez que realmente lo hacía. Es obvio que la pelis porno le habían enseñado bastante. La mujer comenzó a gemir entrecortadamente, mientras los dedos del joven se unían a su  ávida lengua, abriendo la raja, para que su boca se apoderara de por fin de su clítoris.

Daniela al sentir los labios del joven succionar su pinto G, tomó la cabeza del mismo entre sus manos y la apretó contra ella, mientras comenzó a convulsionarse, haciendo brincar su cuerpo, alcanzando por primera vez un orgasmo, con la boca de un hombre: ooo nene siiii siiiii Dios mioooo oooooo sigue oooo

Su orgasmo fue paladeado por el joven, quien percibió el sabor de los jugos vaginales de aquella casada, que inundaron su boca y hasta sus fosas nasales. Sergio supo que la vecina por fin se había terminado corriendo en su propia boca.

Cuando la mujer acabó, cedió la presión de sus manos, y el joven retiró su cara del coño de aquella hembra. Comprobó lo bien lubricado que había quedado, observando los jugos de su orgasmo repartidos por la superficie de la hermosa raja.

Al mirarla a la cara, percibió que Daniela se encontraba relajada, con su cara encendida, y sumamente seductora. Ella le dijo: -¿Oh nene que me has hecho? ¿no te da asco lo que has hecho?

-¡me ha encantado comérselo!. Veo que su marido nunca se lo ha hecho.

-jamás. Además, él nunca lo haría. Jaja… Lucas es muy conservador. Pero… chico, ¡creo que me he corrido en tu boca! Lo siento he me he podido aguantar…

-ha sido genial. Le contestó el joven.

Al propio tiempo, este se incorporó, se bajó los pantalones ante la atenta mirada de la mujer, dejando que cayeran al piso, y luego hizo lo mismo con su slip. Daniela lo miraba excitada, ansiosa por volver a ver la tranca del joven. Al instante observó el tremendo cipote del muchacho, que blandía una empalmadura de caballo. “Estaba erectísima”. La mujer, se quedó alucinada comprobando las grandes venas en su superficie, pero, sobre todo, admirando el tremendo diámetro de aquel pedazo de carne. Se quedó tan parada, que apenas podía articular palabra. El joven, la sacó de su anonadamiento, diciéndole: – anda preciosa. ¡Tócala, sé que lo estás deseando! Tómala en tus manos. Verifica su dureza.

La mujer, sin responderle, como una autómata, alcanzó el pene del joven con su mano derecha, lo apretó, y luego procedió a verificar toda la superficie del mismo, constatando su longitud y el tremendo grosor: oh..nene. que grande… y que dura la tienes…chaval

No se quedó solo en ello, sino que echo las manos por debajo de la tranca del joven, y  palpó los testículos. Era algo que la tenía excitada también. Ansiaba tocarlos desde que los vio. Se maravilló al comprobar que eran tan proporcionados como su pene. Le parecieron dos pelotas de golf, tremendamente duras, constatando que estaba bien llenos. No pudo por menos que exclamar -joder chico… ¡son también enormes! ¡se ve que los tienes repletos!

-Señora, llevo sin correrme tres días. “Me he reservado para vd”.- le dijo abiertamente.

Aquellas palabras alegraron los oídos de la mujer, aunque morbosamente le contesta: – ¿no pretenderás meterme toda esa tranca? Es muy grande. El pene de mi marido es la mitad del tuyo.¡¡ Me romperías!!.

-vamos señora. Sabe que el coño de las mujeres se adapta a cualquier cipote. Seguro que el suyo no será una excepción. Además, con lo excitada que estas, seguro que mi polla le entrara totalmente.

-Meterla… exclamó la mujer, sintiendo que había llegado el momento en que iba a cometer su primera infidelidad. Se resistía, aunque también deseaba sentir le nabo del joven en su vagina. No obstante, le contesto: ¡nunca he sido infiel a mi esposo. Además,” tampoco estoy protegida” y sigo siendo una mujer fértil.

-Joder Daniela. ¡Pues de hoy no se escapa! Llevo días soñando con que me la iba a follar. Se la meteré de todas …todas-  le manifestó el joven, otorgando gravedad a sus palabras. La mujer comprendió que no había marcha atrás. El joven se la iba a meter, con o sin su consentimiento.

-pero…chico… ¿y si te corres dentro? le contestó con preocupación, intentando disuadir al joven. joder nene,…. ¿podrías dejarme embarazada?… He visto que tienes los huevos bien cargados. Oh dios… ¡esto es una locura! No debería estar aquí.

-¿No me dirá que está en sus días fértiles!. Le pregunto el joven algo preocupado por la insistencia y resistencia de la mujer.

-¡claro que no!. Pero, me han dicho que aun así es peligroso.

-joder, ¡pues yo tengo que clavarla! Aunque me vaya la vida en ello- le contesto con total decisión.

-¿No me iras a violar? ¿Sabes que podrías ir a prisión?¿ lo sabes verdad? intento como último remedio disuadirlo la mujer.

-me da lo mismo. Necesito follarla. Y sé que Vd. también lo desea.

Ella no le contesto, deduciendo el joven que aquella mujer, pese a sus reticencias, estaba deseando que la follara. Mientras hablaban, la mujer no cesaba de manipular el manubrio del joven semental, el cual había alcanzado unas proporciones gigantescas ante las caricias femeninas. Entonces ella, se levanta  y le dice: -¡veo que estas decidido!. Eres un verdadero cabronazo. ¡Vamos siéntate en al inodoro!

El joven hizo lo que le indicó la mujer, sentándose y quedado toda su verga erecta hacia arriba. Ahora la mujer quería aparentar su carácter autoritario. Quería dominar la situación. El pene del joven estaba en vertical, lo que llevó a la mujer a remangarse su traje hasta la cintura, y colocándose a horcajadas a ambos lados de las piernas del joven, fue acercando su vagina hasta situarla a la altura del pene. Con nerviosismo y agitación pasó los labios de su coño por encima del glande, como embarrándolo con sus jugos. Repitió la acción varias veces, para luego comenzar a dejarse caer, notando como el glande entraba en contacto claro con su coño. Se dio cuenta que su vagina tenía que dilatarse bien para permitir el acceso de aquella enorme barrena. Aún no había sido madre, por lo que su vagina soló había recibido el exiguo pene de su esposo.

Poco a poco, fue descendiendo, hasta tener clavada más de la mitad de la tranca.

-ooo dios que grande… joder nene me estas abriendo mucho… ufff no se si podré con toda… ooooo

El joven no le dijo nada. Simplemente la miró a la cara, mientras ella se la iba clavando. Era como si la estuviera retando a ser una buen hembra y terminar de clavarse completita. Optó por colocar sus manos en las posaderas de la mujer. Esto a la misma, ya que el forzó un poco para que terminara de clavarse su tranca, aunque siempre respetando su tiempo. La mujer tomo ánimo, y de una sentada, mirando fijamente a la cara del joven, se la terminó de clavar hasta la misma base: -oooggggg joder oooo que dolor. ¡Cabron me has abierto totalmente!… oooooo

Por fin aquella hembra se había clavado la polla del joven hasta la empuñadura. Sergio estaba en la gloria. Por fin tenía clavara aquella hermosa hembra. El calor del coño era una delicia, y la presión que las paredes de su vagina ejercían sobre su tranca le producían una situación de autentico éxtasis. El joven pensó que su inexperiencia le iba a jugar una mala pasada y se iba a terminar corriendo antes de tiempo. En eso, la mujer comenzó a subir y bajar sobre aquella polla, cabalgado al joven como una autentica amazona.

-oh sii que … buena. ..oooo,. exclamaba Daniela mientras mira a la cara al joven: -¡al final me la clavaste cabronazo!. ¿Era así como me querías tener verdad?  ooo que buena tranca te gastas…dios como me llenas… oh sigue…

Mientras le hablaba, miraba las expresiones de gozo del joven, al tiempo que no paraba de subir y bajar sobre  la tranca varonil, ya que esos movimientos la estaban llevando a un gozo jamás percibido. Se estaba follando al joven vecino. Era una infidelidad, pero era sumamente placentero. ¡nunca había sentido algo semejante!

-Oh señora…. ¡Que pedazo de mujer es! Qué coño tan delicioso tiene. Uf me esta poniendo la polla a punto. ¿Ha notado como esta de dura?

-¿te gusta eh cabronazo?. ¿Te gusta que te cabalgue así?….ohhh dios… siiii oooooo me vengo cabronazo oooo me voy a venir. sii

La palabrería del muchacho la terminó de excitar, viendo como comenzó a  contraer las paredes de su vagina, en un intento de triturar la tranca del joven, hasta el punto de aquel llegó a pensar que se la iba a partir de cuajo. La mujer agarrándose a la espalda del joven comenzó a tener un orgasmo increíble, saltando una y otra vez sobre aquel falo hasta terminar por alcanzar una tremenda corrida. ¡Jamás se había corrido de esa forma!

Cuando acabo, se quedó sentada con sobre la tranca del muchacho, con toda la polla dentro de su coño, descansando su cuerpo sobre el pecho del joven. Sergio le acarició la espalda y su cabeza. Estuvimos un rato sin decir nada. Luego el joven le preguntó: -¿qué tal?. ¿Lo ha disfrutado?

Ella le dirigió una sonrisa: -¿no creas que he acabado?. ¡Tú los has querido! ¡Ahora verás lo que es una mujer de verdad!

Y, al instante  comenzó  de nuevo a subir y bajar sobre aquella hermosa tranca, durante varios minutos, verificando el joven en la cara de la mujer que estaba saboreando aquel nuevo polvo. No tardó mucho en alcanzar nuevamente un segundo orgasmo, rindiéndose agotada sobre su cuerpo. Al final, tras ello, le descabalgó, levantándose. Se miró el coño, totalmente abierto y enrojecido por las penetraciones, diciéndole al joven “me lo has dejado demasiado abierto”. Mi esposo lo va a notar. Notaba como discurría  parte sus jugos por sus muslos, producto de sus dos intensos orgasmos.

El joven le dijo: pues “ahora me toca correrme a mí”. ¿No pretenderás dejarme así?

Ella le mira, y le contesta: que quieres ¿qué te toque una paja?

Ni lo sueñe. “Quiero correrme como Dios manda”. ¡¡En su coño! Le contesto.

-¡estás loco!. Eso no puede ser… ya te dije que no estoy protegida. Le contestó aquella.

-sabe que no estás en tus días fértiles. No te ocurrirá nada. No va a dejarme ahora a medias ¿verdad?

Entonces ella se acerca al lavabo que está en el mismo baño, donde existía un espejo, y levantándose el vestido se pone en cuatro, e invita al joven a montarla. Sergio no se hizo esperar y, acercándose aquella hermosa hembra, le separó un poco sus piernas, y  colocando su misil cerca de la raja, presionó con decisión, viendo como el pene entró en su cavidad como una espada en su vaina. Sin problemas. Aquel coño estaba bien lubricado.

Tremendamente excitado, comenzó un mete y saca tremendo, bombeándola sin piedad. Daniel lo miraba a través del espejo poniendo cara de puta, lo que encelaba más al joven. La mujer estaba saboreando aquel maravilloso polvo. Tenía a un joven semental, que le estaba atravesando el coño con un sable de una dimensiones considerables. ¡Allí, en pleno baño público, como una puta cualquiera!

El joven le continuó metiendo su tremendo falo con una fuerza endiablada que jamás conocía la mujer. La barrena del chico le llegaba bien adentro, abriendo su panocha al máximo. Tuvo que apoyar bien las manos sobre al lavabo para sujetarse de las tremendas arremetidas del joven, hasta que llegó un momento en que sintió como el pene se iba inflando dentro de ella, signo evidente de que Sergio estaba a punto de descargar. Temerosa, le dijo: -joder no te corras dentro… ¡que me puedes preñar…pero ya era tarde. El joven se estaba viniendo dentro de ella: ooo chico… ¡lo estás haciendo! Oooo…me vas a desgraciar.…

Sergio estaba en la gloria. Se estaba viniéndose por primera vez dentro de aquella casada. Era su primera corrida dentro del coño de una mujer. Pudo sentir como su manubrio comenzaba a escupir semen en gran cantidad, dentro de la panocha de su vecina. Al final había logrado su propósito. Se había follado aquella casada. Su satisfacción fue grande. Estaba descargando sus testículos, vaciando su contenido dentro de la jugosa vagina: oh.. que corrida señora. Me vengoo ohh

La mujer percibió como aquel joven semental lazaba lechada tras lechada dentro de su coño, de una forma bárbara. Era la primera vez que sentía claramente correrse a un hombre dentro de ella. Cuando su marido lo hacía apenas lo sentía. En cambio, el semen del chaval, lo sentía, lo percibía. Prácticamente la estaba regando literalmente por dentro. ¡Aquel joven se estaba deslechando dentro de su panocha!

Sergio terminó agotado, apoyando su cuerpo sobre el de la mujer, rendido del esfuerzo realizado. Cuando por fin salió de la cueva de la mujer, aquella le miró exclamando: -joder chaval… “me has llenado el coño”. ¡Qué forma de correrse!… nunca mi esposo me ha llenado de esta manera.

Observó claramente su vagina, ligeramente inflamados su labios vaginales, y constatando como una hilera de semen discurría de su raja, descendiendo por sus piernas. –¡chico.… me has dejado llena! Comentó, mostrándole al joven su raja bien abierta y con restos de su leche.

La mujer aprovechó para asearse un poco, haciendo lo propio el joven. La mujer lo miro diciéndole: ¡de esto nada a nadie! ¡si mi esposo se entera nos fusila a los dos!

El joven asintió con la cabeza, pero respondiéndole: -¡quiero volver a follarte otro día!. Pero me gustaría hacerlo en una cama, como Dios manda, y…” quiero de disfrute de mi polla al máximo”.

-¿Cómo? ….. le preguntó alarmada la mujer. ¿Aun quieres seguir?… realmente estas chiflado ja ja- . No le contesto, mientras se retiraba sonriendo.

Mientras marchaba para su casa, Daniela, pese a estar pesarosa por haber cometido su primera infidelidad matrimonial, en el fondo se sentía alegre, gozosa. Había disfrutado de la tremenda cogida que le había propinado el hijo de sus vecinos, y encima había alcanzado por primera vez en su vida, casi tres orgasmos seguidos. Se sentía pletórica y realizada.

No obstante, Daniela era consciente de que aquel encuentro con el joven no debía volverse a producir. Era una mujer casada, y no podía comportarse como una amante de aquel joven. Por otro lado, aún era una mujer fértil, y en un desliz con aquel joven podría ocasionarle un embarazo. No es que no deseara quedar embarazada, ya que lo venía buscando con su esposo desde hacía varios años, sin conseguirlo.

Tras lo ocurrido, fueron pasando los días, y el joven apenas llegó a ver a la vecina. Incluso tampoco se asomaba al ático de su casa. Transcurriendo de esta forma unos dos meses aproximadamente, hasta que una tarde, al abrir el buzón de correos de su casa comprobó que habían dejado por equivocación una carta que iba dirigida al marido de la vecina. No comentó nada a sus padres y, se la reservó para tener una justificación y motivo para ver a la vecina.

De esta forma, a los dos días, bastante temprano, observó por la ventana de su habitación que daba a la calle principal, como el marido de la vecina salía de su casa y, además, lleva una maleta de viaje, la cual introdujo en  su coche. Comprobó, además, como Daniela, salió a despedirlo a la puerta, mientras el hombre se subía al coche y se marchaba. Era obvio, que el marido se iba de viaje.

El joven notó como se le endureció el pene solo de pensarlo. Aquello evidenciaba que “la vecina iba a estar sola en casa”. Era una oportunidad magnífica que no iba a desaprovechar.

Mayor sorpresa se llevó, cuando para mejorar su situación, sus padres le indicaron que se iban de excursión, por lo que iba a tener todo el día libre para él. Tras marcharse sus padres, decidió no acudir a la universidad esa mañana. Agitado, se aseo bien, se colocó un pantalón corto algo ceñido que marcaba claramente sus atributos, y una camiseta. Tomó la carta y decidió acudir al domicilio de los vecinos. Tras tocar el timbre, al rato hace su aparición Daniela. Aquella se quedó sorprendida al ver al joven vecino a la puerta de su propia casa. Llevaba puesta únicamente una bata de levantar, deduciendo el joven que se acaba de duchar.

Daniela al ver al joven, se puso nerviosa, mirando para todos lados por si había otros vecinos viéndolos. Le pregunto con cierta agitación: – Sergio …. ¿qué haces aquí? ¿Cómo te atreves a venir a mi propia casa?

-tranquila. ¡Nadie nos está viendo! Mis padres han marchado de excursión, y “sé que tu marido tampoco está”. He venido a traerte esta carta que han dejado en mi buzón por error.

Ella recoge la carta, y le dice: oh gracias.

Viendo que la mujer se mantenía en la puerta, el joven le pregunto: ¿no me vas a invitar a entrar?

-¿estás loco?. En mi casa. Esa pretensión del joven incremento su nerviosismo y agitación. Su corazón comenzó a revolucionarse. Sin embargo, tras mirar hacia los lados para asegurarse que nadie los veía, le hizo entrar cerrando la puerta tras ella.

-¿Cómo se te atreves a venir a mi propia casa? le pregunto la mujer preocupada, al volver a tener ante su presencia aquel joven. Pese a que no lo había vuelto a ver al joven, era manifiesto que había pensado en el mismo, y añoraba volver a ser poseía por aquel joven semental. Por ello, al tenerlo ahora tan cerca de ella, a solas, en su propia casa, notó como su braga, pese habérsela colocado momentos antes, comenzaba a mojarse.

El joven le indica: -tenía ganas de volver a verla. Llevo días buscando un motivo, pero ¿creo que me evita?

Daniela lo mira, nerviosa y le contesta: -Pero chico. No te das cuenta de que lo que ocurrió no puede volver a ocurrir. ¡soy una mujer casada! ¡aquello no puede volver a suceder!

El joven la mira, y le contesta con la decisión que le caracterizaba: -Pues “yo tengo ganas de tenerla otra vez”. ¡sé que vd. también me deseas!

Ella se turbó ante aquellas palabras del joven. En el fondo de su corazón se alegró de escucharlas. No pudo evitar mirarlo a la cara, se sonreírle y responderle: ¿no te da reparo que pueda venir mi esposo? ¿Sabes lo que nos haría si te pilla aquí conmigo, en mi propia casa?

El joven, la mira fijamente y le contesta: -¡he visto que ha salido de viaje!. Por lo tanto, “sé que estás sola”.

La mujer morbosamente se sonríe y le dice: ¡Vaya veo que me estas vigilando! Es cierto mi esposo, marcho fuera por unos días. Pero. ¿No creas que vamos a hacer nada por ese motivo? ¡Ya te he dicho que no pude volver a ocurrir!

Mientras hablaba, Daniela había estado prestando atención al bulto que se había formado en el pantalón del joven. Aquel joven tenía una tremenda erección que no ocultaba. Eso la sonrojó, viéndose obliga a exclamar ante dicha circunstancia: – joder chico., ¿ya estas así? ¡eres un descarado!

Se giró un poco, nerviosa, sin saber qué hacer, como intentando taparse su bata por si había algún resquicio que pudiera dar a entrever su cuerpo. Haber comprobado la erección del joven, le propició un golpe de calor en su cara. Agitada se revolvió, nerviosa, sin saber que hacer ni decidir. Mientras, observaba como el joven, descaradamente “se tocaba su tranca sobre el pantalón”, al tiempo que la miraba.

La mujer, no se lo pensó dos veces. Excitada y sumamente acalorada, se dirige hacia el joven, y lo obliga a sentarse en una silla del comedor de la casa. Se agacha, le baja el pantalón corto, e igualmente el slip que portaba el joven, dejándolo desnudo de medio abajo. En ese momento el pene del chaval ya mantenía una erección de caballo. Daniela, se maravilló al volver a ver la tranca del joven, y no pudo evitar soltar una sonrisa, exclamando: -¡que hijo puta!. ¡Como estas de empalmado! “Dios nene…¡como tienes esa tranca”, al tiempo que alargó su mano y se apoderó del manubrio del joven.

Luego, comienza a masajear el perfecto nabo del joven, manoseándolo de arriba abajo, hasta llegar tirar de la piel, descapullándolo y apareciendo el glande totalmente rojo y grueso por la sangre acumulada. Al ver los testículos del joven, morbosamente se apresura a tomarlos en su mano, percatándose de que volvían a tener una buena carga. Se dijo para si: ¡joder creo que los tienes más repletos que la otra vez! En ese momento, recordó que se había tomado la temperatura en la mañana, y comprobado que se encontraba en sus días fértiles. Intentó follar con su esposo esa mañana para aprovechar su estado, pero aquel se negó aduciendo que llegaría tarde al aeropuerto. Lo que la había dejado bastante caliente.

Hallarse en aquel estado, ardiente, acalorada, en su época más fértil, y encima observando la enorme tranca de aquel joven, era algo que no pasaba desapercibida. En esos momento todos sus prejuicios de mujer casada y casta se olvidaron. Estaba con una calentura de mil demonios, y necesitaba la polla del joven. Ya había cometido una infidelidad, y tampoco le importaba mucho volver a cometer otra.

Miró al joven, y realizando unos movimientos sexy, se comenzó a contonear delante del joven, mostrando parte de sus piernas, descubriendo sus muslos, como queriendo mostrarse ante el joven. Luego, se abre un poco la bata, y le muestra al joven una buena parte de sus pechos, pero sin llegar a mostrar sus pezones. Tenía una buena delantera, por lo que el joven quedó como hipnotizado viendo el canalillo de los pechos de aquella casada, que se le antojaron debían ser grandes y hermosos. En su primer encuentro no se los llegó a ver, por lo que ansiaba poder verlos y tocarlos.

Acto seguido, la mujer se agachó, levantando su bata y mostrándole su trasero, poseyendo únicamente su braguita. Se acerca hasta el joven pega su culo al cuerpo del mismo, contoneándose y mostrándose deseosa. El joven, tremendamente excitado, notaba como su barra estaba a punto de estallar. La mujer se sentó encima de su pene desnudo, colocando sus nalgas sobre los muslos del joven, y luego llevó a cabo varios movimientos sobre la verga del joven, y para volver a levantarse. Se acerca nuevamente al joven, y le retira la camiseta que llevaba, dejándolo completamente en “pelotas”.

Daniela se recreó durante unos instante contemplado el joven cuerpo del vecino. Era un joven apuesto, sumamente musculoso, fibroso y de gran corpulencia, pese a ser aún un chaval. Aquellos brazos, aquel torso desnudo, con bastante vello, sus fornidas piernas, y entre ellas, el enorme mástil envarado hacia arriba fue suficiente para terminar de calentarla. Sin poder contenerse, procede a retirarse la bata que llevaba, quedándose únicamente con la braga que llevaba.

Sergio, al observar aquella mujer casi desnuda, se dio cuenta de la tremenda hembra que tenía delante. No solo le maravilló las curvas de aquella mujer, sino los hermosos pechos que ahora, totalmente libres se mostraban ante él. Eran grandes, pero de una firmeza bastante aguda, con unos grandes pezones, color marrón, que los hacían sumamente apetitosos.

¡Joder, que tetas! Pensó al instante. Ella se percató de cómo se enderezó la verga del joven  al contemplar su cuerpo casi desnudo. Sonriéndole le pregunto: – ¿vaya veo que te gusto? De verdad ¿te gusta mi cuerpo?

-No sabes cuánto Daniela. ¡Joder que buena estas! ¡Qué cuerpazo! ¡qué tetas!

Ella vuelve a hacerle unos movimientos sexy, tomándose los pechos con sus manos, mostrándoselos, y acercándolos hasta la cara del joven, quien al momento abrió la boca y comenzó a lamerlos. Oh para nene… ¿no se tan atrevido?

Sumamente arrecha, se baja las bragas, mostrándose ante el joven, completamente desnuda por primera vez. Estaba tan arrecha, que ansiaba volver a cabalgar la polla del joven. Totalmente decidida, se posicionó a ambos lados de las piernas del muchacho, para ir acercando su vagina hasta situarla a la altura del falo. Embadurnó el glande con sus abundantes jugos vaginales, y antes de descender, le dijo: – pero recuerda, “hoy tendrás que correrte fuera”. “Me tomado la temperatura esta mañana y estoy en mis días fértiles”. No debo hacerlo, y menos sin protección…  pero,  ….. joder, verte así…. ¡Que cabronazo eres!… ¡mira que venir precisamente hoy!

Al momento comenzó a descender viendo como su coño volvía a tragarse la polla del joven. Le costaba, pero ansiaba tenerla toda dentro. El intenso calor que sentía, debido a su estado de ovulación, facilitó la dilatación de las paredes de su vagina. Pronto no pudo más, dejándose caer ensartándose integralmente la polla del joven.

Sergio estaba alucinado. Había escuchado que la mujer estaba en sus días fértiles y eso, lejos de amilanarlo, lo excitó más. Comprobó la realidad de la afirmación de la mujer al darse cuenta del intenso  calor que desprendía su vagina. Ello evidenciaba que aquella mujer debía estar en sus días fértiles, como afirmaba. El joven, tomó a la mujer por la cintura rodeando el cuerpo de la fémina, atrayéndola hacia él, mientras ella lo cabalgaba.  Observó uno de los espejos del comedor, y se excitó al verificar que “estábamos follando completamente en pelotas en el comedor de la casa”. Era evidente que Daniela, conociendo que su marido no llegaría, y ante el calor que poseía, no  reprimía sus ganas de ser bien follada por aquel joven.

-Oh Daniela. Qué buena hembra está hecha. Le voy a dar lo que merece. Se ve que está bien necesitada de polla. ¡yo la voy a satisfacer!.- le hablaba así, a sabiendas de que ese forma de hablar le  gustaba y excitaba a la vecina.

-oh si cabron. Necesitaba ese pollón. Oh. ¡cómo me llenas tu polla!… sigue así, ufff que delicia… joder… cabronazo, … vas a hacer que me corra… ooo siiiiiiiiiiiiiii- estaba tan caliente que a los pocos minutos, alcanzó el primer orgasmo de la mañana.

Tras acabar, descabalgó la polla del joven, se  levantó, y tras recoger la ropa de cada uno, le hizo seguirla hasta su dormitorio:  “Hoy me vas a follar en mi propia cama”, como querías.

Al llegar al dormitorio, bastante amplio, se hecho sobre la cama, haciéndole subir sobre ella para que la penetrara en posición misionero. El joven excitado atendió las órdenes de aquella hermosa mujer, metiéndose entre las piernas de aquella, acercando su verga al frondoso coño y volviendo a clavarle sus 22 cm de polla hasta la misma base.

Ahora se miraban fijamente a la cara mientras follaban. Sergio se dio cuenta que, pese a la mayor edad de Daniela, era muy bella, y una mujer muy deseable. Acercándose a la boca de la misma, por primera vez la besó en los labios. Daniela estaba sumamente ardiente y deseosa, por lo que aceptó el ofrecimiento del joven, y pronto sus lenguas comenzaron a entrecruzarse, aumentado la excitación de ambos.

En aquella posición el coño de la mujer se abría al máximo para recibir la tremenda tranca del joven. Las perforaciones del joven dieron su fruto, y al poco tiempo, la mujer volvió alcanzar el segundo orgasmo, entre varias convulsiones.

Tras dejarla relajarse unos momentos, el joven continuó, clavándola sin cesar, metiendo su falo hasta la misma empuñadura, dentro fuera, dentro fuera… El joven estaba sumamente excitado y solo pensaba en reventar aquel fabuloso coño. Daniela también estaba entregada. Notaba como su cuerpo ardía, y sentir la corpulencia del joven, y su tremendo falo entrando sin parar dentro de su panocha, era algo que la dejaba como alocada. Necesitaba más… cada vez quería que le entrara más adentro. Tanto, que pronto observó como el pene del joven comenzó a endurecerse. Sabía lo que aquello suponía, que pronto llegaría el momento para el joven de descargar. Un poco asustada le dice: – no intentes correrte dentro… puedes preñarme! ¿creo que estoy en mi mejor momento?

La mujer, vuelve a tocar los testículos del joven, echando su mano hacia atrás y atrapando nuevamente las bolas del joven, exclamando: -cabronazo, veo que los tiene otra vez hinchados.  Sumamente agitada le pregunta: ¿Cuánto hace que no te corres?

Varios días Daniela. Estaba desenado volver a llenarla.

Las  palabras del muchacho la excitaron, diciéndole: -no me jodas. ¿De verdad te estabas reservando para mí?… pero ¡sabes que no hoy no podemos!… …. “me dejarías embarazada” …  Sergio … ¿mejor la sacas? ¿Si, quieres te hago una paja?

El joven se detiene, y le dice: ¡Daniela, nada de pajas! ¿O me corro dentro de Vd. o no me corro?

-estas chalado. ¿acaso pretendes preñarme? Le contesto aquella asustada ante la pretensión del joven.

El joven mostrando su contrariedad y enfado, se sale de la mujer, extrayendo su verga a punto de correrse, y luego de queda echado sobre la cama. Su verga había estado a punto de correrse, pero se retuvo. Era un reto. Quería demostrar a la mujer quien mandaba. A sabiendas de lo que podía ocurrir, deseaba hacerlo dentro del coño de aquella. Sabía que podía preñarla, pero estaba ansioso por volver a llenarla.

La mujer le miró, sorprendida y bastante asustada: Vamos Sergio. No te enfades. Ya te dije que estoy en mis mejores días. No puedes hacerlo dentro. ¿anda no te quedes así, déjame que te haga una paja?

El joven se levantó de la cama, tomo su vestimenta y se vistió ante la atenta mirada de la mujer. Luego le dijo: Me voy a casa, tengo que comer, que esta tarde tengo natación.

Enfadado se marchó, saliendo de la casa de la vecina, dejando a la mujer sorprendida y en cierto modo enfadada por la actitud del mismo. ¡Pero que se ha creído este nene! ¿No pensará que vaya a dejarle que se corra dentro y me embarace? Se dijo enfadada mientras se sentaba en la cocina para poder comer y recuperar fuerzas.

Pasaron unas dos horas. La mujer se había echado sobre la cama, y notaba que seguía bastante caliente. Recordó el falo del joven, y sin poder contenerse dirigió su mano hacia su vagina. Seguía bastante arrecha. Pese a maldecir al joven por haberse marchado de aquella forma, sin embargo, ansiaba volver a tenerlo. Necesitaba aquella verga dentro de ella nuevamente. ¡estaba más caliente que nunca!

Desde su dormitorio, miro hacia el jardín de la casa del vecino. No esperaba ver al joven. Sin embargo, se percató que aquel se había acercado hasta una caseta al final del mismo. Únicamente llevaba puesto una pantalón corto y si camisa. ¡joder que bueno está el cabronazo! Se dijo. Maldecía que su marido estuviera fuera en esos momentos, cuando más lo necesitaba. No es que la hiciera gran cosa, pero al menos podía calmarla un poco, y aprovechar para continuar intentando el embarazo tan deseado. Llevaban años de casada, y aún no lo habían conseguido.

En ese momento pensó en el joven. Se dijo: ¡seguro que ese jovenzuelo me preñaría de la primera! Recordó la forma que se vino en el baño del centro comercial. Estaba loca, ¿en qué estaba pensando? Dejarse preñar por el joven. Sin embargo, su mano continuaba cerca de su coño acariciándoselo, no iba a aguantar. Había saboreado la polla del joven, y notaba que ahora no podía estar sin ella. Se levanto decidida a llamarlo. Tenía el teléfono de la casa de la vecina, lo busco entre sus notas y marcó. Escuchó la voz del joven al otro lado. Inmediatamente le entró pánico y colgó. ¡estoy loca! ¿pero que estoy haciendo?

Daniela, estaba como embriagada por aquel joven. Pero se resistía a  volver a llamarlo. Sabía que, si venía nuevamente a su casa, tendría que dejarle que se corriera dentro. Seguro que la embarazaría. Eso no podía dejar que pasara. Debía resistirse, pensar en otra cosa. Pero, por más que su mente se negaba, su cuerpo estaba cada vez más encendido, y comprobó como su braga volvía a estar mojada. Se puso a ver la tv para intentar olvidarse. Sabía que el joven marcharía como le había dicho a natación.

Sergio conocía perfectamente el número de teléfono de la vecina, ya que su madre lo tenía marcado en la propia agenda del teléfono. Se percató claramente que Daniela había intentado llamarlo. Eso lo excitó. Ello evidenciaba que aquella mujer seguía caliente. Era consciente de que había quedado con su equipo de natación para entrenar, y que debía marchar en breve. Sin embargo, tenía su verga con una erección que no se le bajaba, y encima de dolían los testículos. Decidió hacer lo correcto, por ello tomo la mochila con la ropa para irse a natación, abrió la puerta y salió a la calle. Miró hacia la casa de la vecina. Le pareció ver la sombra de una persona en una de las ventanas. Era Daniela. No podía ser otra.

Iba a marcharse, cuando se giró y volvió a verla, esta vez, claramente divisó la figura de la mujer en la ventana. Algo en su interior le impidió seguir. Tomo la decisión y se volvió. Tocó abiertamente el timbre de la puerta de la vecina. La mujer se quedó nerviosa. Dudó si abrir o no. Pero al final, se decidió. Al ver al joven en la puerta, lo miro, y sin decirle nada, se apartó para que entrara. Ya dentro, ella le pregunto: ¿no te ibas a natación?

-¿quiere que me vaya? Le contestó el joven desafiante, mirándola a la cara.

Daniela, bajo la cabeza. Ese gesto convenció al joven que deseaba que se quedara. Ante ello, se acercó hasta la mujer, que tenía puesto un vestido ligero de estar en casa, la abrazó, la beso ardientemente, viendo como la mujer se entregaba. Se dio cuenta que la mujer ardía, ¡parecía que echara fuego!

El joven la tomó de la mano y la llevó hasta de nuevo al dormitorio. La hizo sentar en la cama, la retiró el vestido, luego el sostén y terminó por quitarle las bragas. De nuevo tenía aquella hembra totalmente desnuda. Luego, con parsimonia, se retiró su ropa, volviendo a quedar en pelotas ante la mujer.

Daniela observo de inmediato que el joven volvía esta con una erección impresionante. Observó como el joven se arrodilló entre sus piernas, y comenzó a lamer su vagina, que en aquellos momentos ya estaba más que lubricada. Tras unos lametones más, se incorporó y le dijo: ¡veo que sigue bien caliente! ¿necesita mi polla verdad, señora?

-Oh Sergio … no debería. Pero, … calle y métela de una vez. ¡Reviéntame el coño si quieres! …pero follame.

El joven no se hizo esperar y enfilando su verga hacia el coño hambriento de aquella casad, le endosó su falo casi de una sola estocada. Estaba arrecho como un verdadero semental. La mujer al ver la forma en que la penetró más se agito: oh chico…. despacio. o ¡joder como estas!… oh si… pese a sentir las arremetidas del joven, notó como su vagina respondió viendo que eso la enardecía más.

Sergio comenzó a penetrar aquella mujer con mucha bravura, y perforaba el coño sin parar. Su polla abría la estrecha vagina de la mujer como si fuera una verdadera apisonadora. Sus testículos machaban una y otra vez el culo de la mujer cada vez que el joven clavaba su polla hasta le misma empuñadura. Oh siii. Oh sigue…

Ver como su verga entraba en el coño ardiente de su vecina, enardecía los ánimos del joven, mientras constataba el intenso calor que desprendían las paredes vaginales. Aquella mujer parecía tener el coño como una caldera en ebullición. Eso más le animaba a perforarla con mayor ímpetu. Pronto imprimió mayor velocidad a su penetración bombeando el coño de la mujer, que no tardó en alcanzar un nuevo orgasmo. Oh me vengo de nuevo ooo siiii

Rebajó un poco la intensidad, mientras la mujer trituraba su verga con la paredes de su vagina, convulsionándose mientras alcanzaba el clímax. Y, al ver que terminaba, volvió a la carga, penetrándola nuevamente sin parar. Ya no podía más. Necesitaba descargar tante leche acumulada. Sabía el peligro de hacerlo en el estado de aquella mujer, pero el había venido con la intención de correrse dentro, de hacerla saber a la mujer que el es que le mandaba.

Daniela, se percató de que el falo del joven comenzaba a endurecerse dentro de su vagina. Estaba claro que el joven estaba a punto de venir. ¡se iba a correr dentro! ¡no debía!

Miró a la cara del joven, y se atrevió a decirle: Sergio debes salirte. Se que estas decidido a venirte dentro. ¡me preñaras! Oh… no …Ella hizo intentos de echar al joven fuera, pero el joven la sujetó fuertemente, mientras le clavaba su verga hasta la empuñadura, una y otra vez. El falo estaba cada vez más hinchado: – … ¿estas decidido…cabrón? … ¡me vas a desgraciar…! presa de auténtica locura, ella misma lo mira fijamente a los ojos, y le dice: pues “hazlo” …. Vamos carbronazo… “lléname… vamos dámela toda… lléname” … “préñame si quieres”. Dame el hijo que mi marido no ha podido darme… vamos hazlo.

Y sin más, Sergio comenzó a deslecharse dentro de la mujer. Potentes lechadas inundaron el coño de la mujer una y otra vez, y al hacerlo en aquella posición de misionero, todo su semen se alojó dentro de la vagina, y con bastante profundidad: ooooo como la siento… o cabron me llenas…  ooo me vas a preñar … siiiiii oooo me estas llenando. Oh…siiiii

El joven, necesitaba descargar su carga. Por ello, se empleó a fondo, y estuvo descargando dentro de aquel coño hirviendo durante bastante tiempo. Luego, tras acabar, dejó su estaca enterrada en la profundidad del coño.

Daniela  lo observa, aún con el pene del joven en su coño, y exclama: -¡cabronazo que polvo me has echado. ¡Me has llenado! “Seguro que de esta quedo preñada”.

Al salir el joven de su vagina, se miró la misma y comprobó  la hilera de semen discurrir por la misma. Morbosamente, toco los testículos del joven, dándose cuenta de que el joven le había vaciado el contenido de los mismos dentro de ella.

Se echaron en la cama. Al rato ella le pregunto: ¿vas a acudir a natación?

El joven se acercó, la beso en la boca y le dijo: Aun sigue caliente. Creo que me voy a quedar para cuidarla esta tarde. Necesita que le baje esa calentura.

La mujer se sonrió satisfecha. Su marido no regresaría hasta dentro de unos días. Y tenía razón el joven, pese al tremendo polvo recibido, aún sentía que seguía caliente y sumamente cachonda  y receptiva.